Es parte de la generación que comienza a marcar el ritmo de los negocios. Integra el departamento joven de la UIER y representa a Frigorífico La Esperanza. Pablo Welschen podría ser, por caso, un referente en la renovación dirigencial del empresariado y tiene, por característica central, una formación amplia con algunas particularidades que cincelan un perfil  para detenerse a observar. Veamos.

Pablo proviene de una familia de fuerte actividad política. Daniel Welschen, su padre, fue diputado y senador provincial, secretario de la producción y referente del Partido Justicialista desde el regreso de la democracia en 1983. Hay muchos recuerdos de la infancia que tienen el tono grave de la discusión política, de arenga que busca convencer militancia. Y entre esas imágenes, también, hay salidas a pegar carteles, reuniones en casa y en unidades básicas.

Su hermano mayor, Facundo, es quien eligió seguir más cerca de la actividad política. Pablo en cambio recibió otra parte del legado paterno y se dedicó a los emprendimientos vinculados a la producción.Con esa visión, luego de concluir la secundaria en la Escuela de Comercio Nº1, se anotó para estudiar Comercio Exterior en la Universidad de Concepción del Uruguay, pero en el centro regional de Gualeguaychú. Además de hacer la carrera al día y completar efectivamente los estudios, durante su estadía en el sur entrerriano Pablo jugó al básquet en Central y vivió la experiencia del carnaval del país desde adentro: se animó a salir tres noches seguidas bailando en Papelitos. “La adrenalina que se siente al vivir la fiesta desde adentro es increíble, lo hice en el 99, casi como despedida de Gualegaychú”, dice Pablo.

El primer trabajo formal se dio en la Secretaría de Agricultura de la Nación, en Buenos Aires y posteriormente en la Fundación Exportar. “A nivel laboral fue la mejor experiencia que pude haber hecho por el lugar donde estuve trabajando, es un organismo muy dinámico, las personas se comprometen y generan cosas que se pueden llevar a cabo. En mi caso pude desarrollar un área nueva de misiones comerciales inversas”, detalla.

Las misiones comerciales inversas funcionaban invitando al país potenciales compradores de diferentes rubros de negocios, pero vinculados a alimentos. Welschen organizaba desde la recepción de los visitantes, hasta cada uno de sus recorridos y la posibilidad de coordinar encuentros hasta con 100 empresas, por caso. La idea funcionó, logró resultados y gran impacto. De todos modos, tras el nacimiento de su primer hijo, Pablo optó por volver a Paraná. “Fue una opción de vida, me di cuenta que no quería esa vida que veía en Buenos Aires para mi hijo”, expresa.

UN EXITO.

La posibilidad de gerenciar una empresa que iba a dar sus primeros pasos, luego de la compra por parte de siete de inversores del Frigorífico Montiel, completó la nueva escena de regreso a casa. Pablo Welschen puso entonces manos a la obra y el resultado, con el tiempo, quedó expuesto de forma contundente: un éxito rotundo.

“El negocio del cerdo surgió porque algunos de los socios eran productores y querían desarrollar un eslabón más en la cadena productiva. Ese fue el puntapié inicial. En el 2006 y 2007 se produce una caída bastante importante del negocio del frigorífico vacuno y el cerdo empezó a tener una importancia grande en el consumo interno”, especifica Welschen.

El frigorífico avanzó entonces en una troceadora de cerdo, lo que generó, dice Pablo, una logística comercial diferente y un portafolios de clientes mucho más amplio. Pero había que dar otro paso, pensó el gerente.

“Luego de poner en marcha eso, teníamos dos opciones: darle valor a través de la elaboración de chacinados o desarrollar algún comercio minorista. Tomando el ejemplo del mercado avícola me pareció que el negocio del cerdo iba por el mismo camino: en el sentido de que era necesario armar negocios exclusivos para la venta de cerdo porque en la carnicería ocupaban un lugar muy pequeño”. Así, Pablo Welschen pensó y desarrolló la primera versión de La Casa del Cerdo.

En 2011 la firma abrió su primer local. “Pensaba que podía trabajarlo una sola persona, pero el mismo día que abrimos me tuve que quedar yo, con un amigo que llamé, porque colapsó por la cantidad de gente”, recuerda. A los seis meses ya se abría el segundo negocio y al año inauguró otro más. Hoy es una marca reconocida en Paraná con por lo menos seis bocas de expendio.

“Me manejé con autonomía, como comunidad de negocio fue muy exitoso y permitió que la empresa crezca”, analiza Pablo que en 2014 sintió que ya estaba hecho lo que él debía hacer: en diez años una empresa que había arrancado de cero era el principal frigorífico de cerdo en Entre Ríos, con el 70% de faena de cerdo y una cadena de negocios desarrollada.

PRESENTE.

Tuvo distintos ofrecimientos y una experiencia gerencial que resolvió declinar apenas había comenzado por diferencias con los dueños. Finalmente se sumó a Frigorífico La Esperanza. Una empresa familiar dedicada a negocios ganaderos de carne vacuna, que con la incorporación de Pablo empezó a desarrollar un proyecto sólido en carne de cerdo.

“Vamos bien, a paso firme, es una empresa familiar que está hace mucho años y maneja valores en los que creo, con gente muy bien vista en el negocio”, dice Pablo. En su óptica, la observación de un profesional ajeno al entramado familiar de una firma de esas características -que por otra parte son mayoría en la provincia-  “aporta una mirada distinta, que no significa que no tengas la misma pertenencia, en mi caso yo me comprometo y sufro del mismo modo que ellos, pero hay una mirada distinta, un poco más objetiva, uno puede separar la parte comercial de la parte personal”.

De su tarea gerencial, lo que Welschen elige y disfruta es la “libertad para proponer cosas y para implementarlas, me gusta que tengo un trabajo muy integral, la experiencia de haber formado una empresa de cero me ayudó a  conocer todos los ámbitos, desde los laboral, lo humano, hasta lo comercial que es lo que más me gusta, o mantenimiento e inversiones, es bastante integral mi tarea y creo que es mi fortaleza”.

MIRADA.

Pablo Welschen tiene hoy 39 años y tres hijos: Nico de 12, Mica de 10 y Benja de 2 años y medio. Su padre, Daniel Welschen ya no está en política y él cree que eso tiene que ver con el modo en que ha evolucionando la actividad, despojándose de valores vitales que tienen que ver con la vocación y el sentido de pertenencia. No descarta, de todos modos, involucrarse e incidir con su experiencia en la gestión. Lo puede ver.

En otro orden, lo que observa Welschen con ojo crítico se ve en distintos sectores. Por ejemplo a nivel empresarial: “Sinceramente creo que existe un déficit en puestos medios dentro de las empresas, un déficit general, genuino, de recursos humanos, lo cual tarea aparejas que empresas grandes recurran a personas de otra provincia y empresas medianas no puedan crecer”. En ese sentido, explica, “hay falta de capacitación en las empresas familiares en los rangos medios, no sé si es déficit o falta de delegación por parte de los dueños hacia sus mandos medios, creo que un poco de las dos cosas”.

La situación desde la gestión por parte del Estado, para Welschen, sufre de un problema similar aunque más agudo por cierto. “Cuando mi viejo era funcionario en el primer gobierno de (Jorge) Busti, todos los directores del área eran profesionales, hoy en día hay personas por una cuestión política y no por una razón de capacidad y ganas de generar cosas”.

Pablo tuvo experiencia en el estado y con ese respaldo opina “estando adentro se puede hacer un  montón de  cosas, en el estado tenés libertad de acción para generar todos los proyectos que quieras, nadie te va a oponer, pero hay que hacer”.

En ese sentido y atento a la historia familiar, Pablo admite que piensa, llegado el caso y la ocasión propicia, llevar sus ganas a la práctica: “Es una espina que tengo clavada que soy consciente que en el estado hace falta mucha gestión y es algo que me gusta hacer y creo que en algún momento lo voy a realizar. No creo que los gobernantes tengan que tener solo funcionarios políticos”.