El origen fue un negocio de pueblo al costado de la ruta, hoy es una empresa de crecimiento permanente que ha logrado llegar con sus productos a todo el país. Cómo hizo JuliCroc para transformar aquel emprendimiento, de masitas dulces y saladas que consumía el pueblo de María Luisa, a producir más de 200 toneladas por mes de los snacks que se saborean en todo el país. Hernán Fontana, el principal responsable de la firma, realiza un recorrido por el tránsito de la empresa familiar y revela los secretos de un éxito que se funda en la confianza.
Hernán Fontana supervisa cada una de las áreas de la fábrica que lidera y hace ya diez años está instalada en el Parque Industrial de Crespo. Él y su familia, en realidad, vienen de otra parte. El origen es el campo, en la zona de Villa Fontana, pero los comienzos del emprendimiento familiar tiene lugar a la vera de la ruta 12, en María Luisa.
Hoy la empresa produce entre 200 y 250 toneladas al mes de productos JuliCroc, una marca de snacks de amplio alcance nacional y crecimiento formidable, que obliga a Hernán Fontana a una adaptación permanente de un negocio en proceso acelerado de desarrollo.
Una de las claves del éxito, considera el empresario, ha sido, desde siempre, la confianza. Especialmente la confianza de sus clientes, que saben que JuliCroc va a llegar con sus productos frescos y de calidad, a buen precio, en tiempo y forma. Siempre.
“Nuestra filosofía se basa en el cumplimiento y en estar siempre, así crecimos en provincias como Corrientes, Misiones, Chaco, Formosa, que no tienen tanta oferta y reciben la influencia de Rosario y Buenos Aires, con proveedores que los visitan cuando hay excedentes, pero sino, no van”, señala Fontana y explica que “el trabajo de muchos años, con regularidad y constancia, a pesar de paros o piquetes, entregando siempre la mercadería, nos dio la confianza de los clientes. Ahora, directamente nos dicen: producto que fabriques, traelo, porque saben que ofrecemos un negocio con garantía”.
El empresario ofrece la visión de su empresa, ahora, en el primer piso del área administrativa de la planta industrial. En este mismo momento, mientras Fontana analiza de qué modo la firma se fortaleció en épocas de crisis y tomó la ocasión para crecer, en alguna parte de la planta cuatro máquinas extrusoras funcionan de modo incesante para producir la amplísima gama de sancks, cada vez más diversificados, que llevan el sello JuliCroc. El comienzo fue con una sola máquina, de origen brasileño y a un costo de unos 80 mil dólares. Parecía imposible, pero la familia Fontana llegó a la extrusora a través de un crédito, con mucho esfuerzo.
“Ha habido de todo, crisis y bonanzas, pero más allá de los dolores de cabeza que nos provocaron en su momento, hay que decir que las crisis nos ofrecieron grandes oportunidades”, analiza Fontana y recuerda el modo en que la marca ganó clientes y terrenos, aceptando, con todas las dificultades del caso, los bonos federales que las marcas de otras provincias no podían recibir.
También JuliCroc se adelanta en época de vacas flacas, incluso en la actualidad, ofreciendo al público un producto de calidad, pero con notable diferencia de precio respecto a los gigantes del rubro.
“En momento de crisis y de baja de poder adquisitivo, nosotros estamos en un escalón de precios muy buenos en función de la calidad del producto. A la hora de restringir el consumo, en vez de comprar uno de 50 pesos y uno de 20, el cliente nos da la oportunidad de probar nuestro producto y así vamos sumando, peldaño a peldaño, con clientes que nos adoptan y perduran”, define el empresario.
Hernán Fontana tiene 50 años, una historia familiar de mucho sacrificio y tres hijos que van orientando sus inquietudes profesionales en dirección a la empresa familiar: Paola, de 25 años, ya avanza en la tesis de su carrera de ingeniería de alimentos; Franco, de 24, se recibió en Administración de Empresas y Celeste, de 19 comienza Relaciones Públicas.
“La empresa es algo que uno lo fue soñando y forjando durante toda la vida. Con mucha pasión y esfuerzo las cosas a la larga se van dando. Hoy puedo decir que el sacrificio de tantos años dio su fruto y estamos súper contentos porque en esto, en cierta forma, invertimos buena parte de nuestra juventud”, dice Hernán Fontana y piensa, claro, en sus hijos que no necesitarán recorrer el mismo trajín.
El esfuerzo y la constancia a la que refiere el empresario y en buena medida construyeron el perfil de la marca y la confianza con sus clientes, tiene una historia fundada en idénticos valores. El creador fue Pascual Fontana -padre de seis hijos- y el inicio fue en aquella panadería al borde de la ruta 12, en Aldea María Luisa. Ahí cerquita, además, estaba la casa familiar.
Hernán, como sus hermanos, comenzó a trabajar en el negocio con la misma naturalidad que un chico aprende a leer, sumar y restar. Ya tenían la experiencia de trabajar un campo de su familia, que con el desarrollo de la panadería fue quedando de lado. A las 2 de la mañana sus padres ya estaban arriba. Había que hornear el pan que había sido amasado la tarde anterior. Todo tenía que estar listo antes de las 5.30 para que los repartidores que viajaban a Paraná pudieran llevarse la mercadería. Los bizcochos y las facturas, también, se requerían, a punto justo, ni bien -como dice Hernán- comenzara a despertar la ruta pasadas las 6 de la mañana.
La fabricación de galletitas, dulces y saladas, fue el primer paso hacia lo que hoy es JuliCroc. La comercialización de los primeros productos comenzó a funcionar muy bien, pero justo a tiempo observaron que había otro rumbo posible: “Vimos que el snack era un producto que se fabricaba poco y se consumía mucho”, recuerda Fontana.
Ese fue el principio de la empresa que hoy emplea a unas 78 personas y que llega con sus snacks a todo el país y también con sus galletitas, decididamente volcadas al consumo para personas con celiaquía.
El sueño de los Fontana, que maduró a la vera de la ruta 12, hoy crece en el Parque Industrial de Crespo y su nombre se expande por el país, con la vitalidad y el entusiasmo que solo pueden lograr los proyectos creados desde la pasión por hacer.