Claudia Romero, especialista en Educación, interpeló a los empresarios en la XIV Jornada de la Industria de Entre Ríos. ¿Qué pueden hacer? Para responder a este interrogante, analizó cómo está hoy la escuela argentina, las transformaciones que se están produciendo y las demandas que surgen. Desde esta perspectiva, pidió que hagan más que “pintar escuelas” y planteó tres factores clave donde pueden intervenir.

Para pensar en desarrollar una política industrial sustentable, que contemple la sinergia productiva desde una mirada de los nuevos paradigmas, la XIV Jornada de la Industria de Entre Ríos puso sobre la mesa la importancia que asume la educación. En este sentido, Claudia Romero reflexionó sobre cómo está la escuela pública y qué rol puede asumir el sector privado.

“La educación los necesita; necesita de un sector industrial inteligente, que pinta escuelas pero que se mete con otros temas. La voz de los empresarios, la acción empresaria, es esencial sobre todo en este momento donde no hay demasiados recursos pero tampoco ideas”, resaltó la directora del Área de Educación de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella.

Su disertación interpeló a la mayoría de los empresarios que llenaron el salón del Centro Provincial de Convenciones. En ese marco, pidió que hagan mucho más que “pintar escuelas”, sino que sean parte del proceso de transición, de cambios, que está sintiendo hoy la escuela pública argentina.

Transformaciones

La especialista en educación puntualizó tres transformaciones que impactan actualmente en la escuela. La primera es que “la globalización tensiona el currículum”. En este sentido, advirtió que la currícula de hoy fue pensada en el siglo XIX, por lo que resulta necesario actualizar los contenidos. “Tenemos urgencias del siglo XXI que tensionan ese currículum. Los procesos económicos globales tensionan, afectan y piden nuevas cosas”, señaló.

El segundo aspecto es que las tecnologías “tensionan el modelo pedagógico”. “No está en la cabeza de los chicos la escuela y el maestro como fuente de consulta. La escuela y su modelo pedagógico perdieron el monopolio de dar información”, indicó, y sugirió: “Lo que tenemos que hacer es clase invertida: que la información sea encontrada afuera y que la escuela sea el lugar para elaborar, discutir, hacernos nuevas preguntas y transformar la información en conocimiento”.

El último punto es que “los cambios en la familia tensionan nuestro modelo de autoridad”. Romero recordó que en las familias se produjo un proceso de democratización de los modos de relación, por lo que también “la escuela tiene que revisar el concepto de autoridad”. “A la autoridad hay que ganarla, ya no con autoritarismo, con sanciones; eso no funciona más. Los chicos esperan ‘qué tenés para mí, que me interesa, que me conmueve’. El docente se tiene que ganar todos los días la autoridad, que se apoya en el saber y el querer”, planteó.

Demandas

Romero recordó que en este contexto “la escuela tiene una enorme cantidad de demandas”. Fundamentalmente, apuntó a las desigualdades que se producen en el nivel socioeconómico. “La cuna determina la cantidad de matemáticas que vas a aprender- A más pobre, menos matemática”, sintetizó.

De todos modos, también advirtió que estas desigualdades también se dan entre países.  “Argentina es un país muy desigual. Nuestros mejores alumnos tampoco están a salvo”, alertó. Al respecto, aseguró que no sólo se da en términos de calidad educativa entre los sectores poblacionales más pobres, sino también entre los mejores alumnos por las diferencias entre las mismas escuelas.

Por otro lado, cuestionó la falta de interés por reclamar por la educación pública. “Dejo de reclamar que mejore la educación pública cuando compro la educación. Nos hemos resignado a que aquello que nuestros impuestos podían pagar, lo pagamos dos veces. Es una práctica que las sociedades en general no hacen”, cuestionó.

En este sentido, lamentó: “Retiramos nuestra voz, quitamos nuestro derecho y nos comportamos como consumidores. Pasamos de ser ciudadanos comprometidos con la educación pública por consumidores de educación, exigentes con nuestras escuelas privadas a donde mandamos a nuestros hijos”.

En este contexto, la especialista reflexionó: “Si efectivamente las escuelas pueden generar ámbitos de inclusión y calidad, tenemos que armar un sistema en el que podamos evaluar, acompañar y desarrollar escuela por escuela, como en cada pyme donde se desarrolla riqueza. El desarrollo en educación es endógeno: desde adentro tiene que producirse la mejora”.

Tres factores

Romero planteó tres factores de la escuela en los que se puede operar rápidamente y generar políticas en el mediano plazo. En este sentido, dijo que “para educar a un joven hace falta de todos los sectores” y es ahí donde los empresarios pueden realizar sus aportes por la educación. “La responsabilidad que tienen es un poco mayor, el aporte tiene que ser de mayor envergadura”, pidió. Desde esta perspectiva, brindó un análisis de cada área y sugerencias.

– Factor docente: Romero señaló que en todos los sistemas educativos es fundamental apostar por la calidad docente. Por ello, sugirió “reclutar a los mejores, desarrollar saberes y capacidades y tener una carrera docente que los incentive”. Criticó que la formación docente no se ha aggiornado y que hay docentes que no saben operar con las nuevas tecnologías.

Sugerencia: motivar mediante becas para que los mejores alumnos elijan la docencia y generar un sistema de premios para los mejores docentes. Al respecto, destacó que un incentivo valioso es “prestigiar la profesión”.

– Factor director: “Es un factor estratégico. Opera de manera indirecta; es el que habilita y desarrolla habilidades, motivación y condiciones de trabajo para los docentes y de esa manera afecta los resultados de aprendizaje”, planteó, y resaltó que genera un clima escolar. “Tener un buen clima escolar es tarea de un buen director”, acotó.

Sugerencia: financiar buenos programas de formación y generar herramientas específicas.

– Factor secundaria: “Es la única política auténtica de inclusión de los jóvenes en la sociedad”, indicó, y subrayó que permite formar para la ciudadanía, para los estudios superiores y el mundo del trabajo. Advirtió que mil jóvenes por día dejan la secundaria, y explicó que lo hacen porque “no les aporta nada, tienen que irse a trabajar o tienen que cuidar a sus hijos”. De los que van, sólo el 46% terminan en tiempo y forma; de los que terminan, el 52% no comprende textos sencillos, sostuvo, con datos de las Pruebas PISA.

Sugerencia: que todos los empleados de las empresas terminen la secundaria. También propuso que pueden ayudar con becas para que no tengan que trabajar. “Tienen que abrir sus empresas para que funcionen por momentos como verdaderas escuelas, tienen unirse a las escuelas para completar el trabajo de enseñar”, concluyó.