Tomar decisiones con 25 años: “Todo el tiempo tenés que reinventarte”
Gabriel Amateis es socio de El Progreso, una empresa panificadora que nació hace 50 años en María Grande y hoy se expande por la región. Sin miedo a equivocarse y desde una mirada fresca, analiza cómo se insertó en la firma que crearon sus abuelos y cómo es tomar decisiones en tiempos difíciles. Además, destaca la importancia de asumir un rol participativo en el Departamento Joven de la UIER.
Con 25 años, Gabriel Amateis es uno de los jóvenes empresarios que comienza a hacer su camino en la provincia. Hoy en día es parte esencial de la toma de decisiones dentro de la Panificadora El Progreso que administra junto a su padre, Javier, pero además no deja de impulsar y sumarse a nuevos proyectos, como los que se ponen sobre la mesa del Departamento Joven de la Unión Industrial de Entre Ríos (UIER) de la cual participa.
El joven es actualmente socio de la empresa nacida en María Grande en 1969 de la mano de su abuela, Margarita «Yiyi» Spais, y su abuelo, Nélson Eberlé, desde donde adquirió una vasta experiencia. Estudió Administración Empresarial en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), pero además se nutre de otros cursos, talleres y herramientas que le permiten hacer su propia formación. Todo ello, amalgamado por una motivación constante y espíritu emprendedor, lo llevan a no quedarse quieto, animarse, tomar riesgos y crecer junto a su familia.
“Todo el tiempo tenés que reinventarte”, asegura, sin titubeos. A pesar de los desafíos permanentes que presenta el escenario económico y financiero del país, está seguro de lo que es capaz de hacer, sin temor al error y el aprendizaje, asumiendo las responsabilidades que le competen, pero también aprovechando las experiencias que cuentan sus pares. “La actitud, no la aptitud, determina la altitud”, es su frase de cabecera, desde donde se para, analiza y actúa.
—¿Cómo fue tu inserción en la empresa?
—Mi inserción en la empresa fue desde chico, ayudando desde adentro. Me empezó a gustar el ambiente en sí mismo. Luego, fui a estudiar Administración para volver a la fábrica y poder implementar lo que había aprendido. Hace seis años que estoy más firme. Fui encargado y hace dos años empecé a ser socio, cumpliendo las mismas funciones, pero con más responsabilidades.
—¿Cuál es tu impronta desde la juventud y tus conocimientos aprendidos para la administración de empresas?
—Es un poco complicado cuando se trata de empresas familiares. Respecto de las nuevas ideas, somos abiertos todos, pero mucho más yo. El tema es hacer entender a las personas grandes esas ideas; además de plantearlas, el tema es cómo implementarlas, llevarlas a cabo, hacerlas realidad. El estudio me incorporó conocimientos, pero no fue lo que me hizo crecer en la empresa, sino que fue haber estudiado aparte, el hecho de estar investigando algo, viendo formas de marketing y ventas.
—¿Cómo incide tu formación y espíritu emprendedor en la toma de decisiones, ante estos contextos difíciles del país?
—Hemos debatido mucho sobre eso. A las decisiones las tomamos con mi viejo. Él es gerente general y yo soy gerente en segundo orden. Mi papá es más de la vieja escuela, de echarse para atrás porque viene la crisis, por esto o lo otro. Lo mío es más de pensar que si no tenemos las ventas que necesitamos, hay que salir a buscar más. Desde ese lado, hemos conseguido más ventas para mantener la producción. Nosotros dependemos totalmente del consumo interno: si no hay plata en la calle, no vendemos directamente. Para el año que viene tenemos idea de ver la posibilidad de exportar, pero todavía está verde.
—En otras palabras, tu aporte también viene desde la necesidad de reinventarse constantemente ante la crisis, asumiendo riesgos día a día.
—Sí, totalmente. Al que hace cosas, le pasan cosas. Hay cosas que salen bien y otras, mal. A medida que tenés experiencia e información, vas afinando el lápiz. Pero siempre tenés que reinventarte, porque el contexto está en constante movimiento. Si te quedás con un mismo producto y servicio, mientras la competencia aparece con algo nuevo y diferente, te quedás atrás. Si no te reinventás, es imposible seguir adelante. Todo el tiempo tenés que reinventarte.
—¿Con qué expectativas se sumó la empresa en la UIER y particularmente en tu caso en el Departamento Joven?
—Nosotros nos incorporamos a la Unión Industrial de Entre Ríos el año pasado, después de la Jornada de la Industria. Luego, empecé a comunicarme con los Jóvenes UIER, a ir a las charlas y visitas, a meterme a ver cómo es el panorama e intentar absorber la mayor información posible, crear contactos y amigos. Eso me motivó mucho, porque además es lo que siempre quise. Estábamos tan encerrados en lo nuestro que nos faltaba conseguir un lugar donde participar.
—¿Cómo evaluás la posibilidad de dar participación a jóvenes que comienzan a tomar decisiones en sus industrias?
—Me parece perfecto, muy motivador. En la UIER Joven hay chicos y chicas de hasta 40 años y yo tengo 25, pero a ellos les pasa lo mismo que a nosotros, sean empresas grandes o chicas. El tema de hablar con los padres o gerentes que son más grandes, con otros conceptos, son situaciones que se van planteando y comentando, para saber cómo lo resolvió cada uno. Eso está muy bueno, porque es experiencia que uno no tiene que vivir y la cuenta otro que ya la vivió. Respecto del grupo que se está formando, es muy heterogéneo, en industrias, gente, edades, y cada vez se consolida más.
—¿Qué mensaje transmitís a quienes, a pesar de las dificultades, se animaron a dar el primer paso de emprender?
—Lo que siempre digo es que en los momentos que la gente llora, hay que vender pañuelos. Es cuestión de uno encontrar el mercado y el momento justo para ofrecer un producto. Si uno no tiene los resultados que quiere o quería, es todo responsabilidad de uno y no del contexto. Es cuestión tuya que no supiste cómo manejar ese mercado, ese producto, esa empresa, en ese momento determinado. Al que está empezando, que analice lo más posible todo. Hoy en día hay muchas herramientas, en Facebook, Instagram, clases en vivo, que yo también las utilizo. Les digo que se capaciten lo más posible, que analicen el timing de su mercado y no dejen de invertir y querer cumplir un sueño, por más que en la calle digan hay una crisis. No se dejen echar atrás.
Historia
Panificadora El Progreso nació en María Grande, en 1969. Actualmente es una firma dedicada a la producción, venta y distribución de productos panificados, con alcance provincial y regional, para más de un millón de personas. “La empresa empezó como una panadería por parte de mis abuelos, hace 50 años. Siempre fue una panadería de barrio, la más conocida de la ciudad. En 2006 falleció mi abuelo y le ofrecieron la panadería a mi papá. Y el objetivo de mi viejo era hacerla crecer, pero industrializarla; dejar de ser una panadería de barrio para producir envasados, ser distribuidores mayoristas”, sintetizó Gabriel Amateis sobre el proceso de crecimiento.