Dirigir la empresa y la familia con el ejemplo: “Si quiero cambiar algo, tengo que hacer”

Para Silvana Roitman, ese es el mensaje que todos los días les transmite a sus hijas cada vez que va a la planta industrial. La joven empresaria, gerente de alimentos balanceados de Molinos Centro, reflexiona sobre los desafíos de tomar decisiones en una empresa familiar y el legado para las generaciones futuras. Además, cuenta cómo es posible amalgamar las distintas facetas, incluida su participación en UIA Joven en representación de la UIER.

Las empresas familiares presentan constantes desafíos para quienes las integran, por su misma naturaleza. Dicen los especialistas que la mayor dificultad es aprender a definir el rol en cada momento para evitar confusiones que generen conflictos. En otras palabras, la clave a la hora de tomar decisiones es saber diferenciar la oficina de la casa. De todos modos, eso no quita que sea posible amalgamar distintas facetas en la vida que permitan a los empresarios poder desarrollarse y crecer junto a los suyos.

Un ejemplo de cómo enfrentarse a diario con estos retos es Silvana Roitman. Con aciertos y errores, toma decisiones empresariales junto a su padre, pero con la certeza de que el aprendizaje es continuo. Actualmente es gerente de Corralero, la empresa de alimentos balanceados de Molinos Centro SRL que fundó en 1985 Jack Roitman y dos años después se asoció a su cuñado. Desde 2006 se integró de lleno al proyecto y poco a poco asumió nuevas responsabilidades que hoy la llevan a vivir un proceso generacional de transición.

Por decisión propia y pasión por lo que hace, la joven empresaria es la única de las tres hermanas que acompañó a su padre con el legado de la empresa agroindustrial radicada en Villaguay. Pero además, asume un rol activo dentro de la Unión Industrial de Entre Ríos (UIER), al representar a la provincia en el espacio de UIA Joven a nivel nacional. Todo ello no le impide a su vez formar una familia junto a Paolo y enseñar con el ejemplo a sus hijas, Umma y Jazmín.

“Si yo no hago nada, no va a pasar nada. Si quiero cambiar algo, tengo que hacer, involucrarme. Desde siempre, a mi me lo mostraron con hechos, no me lo dijeron. Mis hijas saben que cuando me voy, voy a trabajar. Para mí es importante que mis hijas me vean trabajar y comprometerme con lo que creo que es justo”, asegura, cuando reflexiona sobre el mensaje plasma con sus acciones.

—¿Cuándo comenzaste a involucrarte en los deberes de la empresa?

—Como muchos de nosotros que tenemos empresas familiares, durante la época en que todavía iba a la escuela, en los veranos, mi papá me pedía ayuda. A él le habrá gustado tenerme al lado y a mi me gustaba porque trabajaba. Después fui a la facultad a Buenos Aires y tenía allá mi trabajo. Pero cuando volví y vi el proyecto de la planta de alimentos balanceados, me enamoré, a pesar de que no entendía nada. Como había estudiado Administración de Empresas (en UADE) y llevar a cabo un proyecto era lo que había estudiado, me pareció un desafío para afrontar, difícil, pero fui aprendiendo.

—¿Cuáles son las dificultades de formar parte de una empresa familiar y cómo se sortean esos problemas?

—En mi experiencia particular, nosotros tuvimos una situación compleja. En la empresa realizamos una división societaria y la familia quedó sentida, es decir, se resintió el vínculo familiar. Entonces, lo que buscamos ahora es que esto no nos vuelva a pasar. Por ello, con mi papá buscamos tomar los recaudos para realizar una transición ordenada, organizada, consensuada, hablada desde este momento, como si fuese un protocolo familiar.

—¿Cómo lo llevan a cabo en la práctica y qué lado positivo le buscan?

—Hoy lo que estamos haciendo es una especie de transición natural con mi papá. Las cosas no se están forzando. Mi viejo sigue laburando a la par, con responsabilidades grandes, que de apoco me las está pasando. Yo estoy adquiriendo más responsabilidades y obviamente paso más tiempo en la empresa, pero como una cuestión natural, de enseñanza. Si bien con él discutimos mucho, a su palabra la tomo como una experiencia muy valiosa. Muchas veces nos pasa que nos peleamos entre quienes tomamos las decisiones, pero lo importante es que sabemos que tiramos para el mismo lado. Esta es la parte positiva: los dos estamos con el mismo objetivo. Podemos diferir en las formas, pero tenemos la tranquilidad de que queremos lo mismo. Tenemos modos muy distintos y se dan discusiones, pero a veces estamos diciendo lo mismo.

—¿Qué importancia le dan al diálogo?

—Dentro de las empresas familiares, no trabajar sobre supuestos, es muy importante. No hay que suponer qué va a pasar el día que no estén los fundadores. Hay que establecerlo, tenerlo hablado. Por ello, con este protocolo, se habla de todo, dejamos los temas expuestos y cada uno opina sobre cómo cree que deberían ser las cosas. Es importante saber de antemano la opinión del otro.

—¿Cómo se puede ser empresaria y madre a la vez, asumiendo también un rol activo institucional en la UIER?

—Es un delicado equilibrio. Si faltás mucho en un lado, se nota. Lo importante es el apoyo de mi familia. Si no fuera por ellos, no sería posible. En el caso de la empresa, mi papá siempre estuvo en las instituciones y me acompañó, por lo cual ve como positiva la participación, involucrarse. El compromiso es una manera de cambiar las cosas. Siempre me gustó el círculo virtuoso, el valor agregado de la industria. Estoy convencida del valor que tienen las industrias en cada pueblo o ciudad donde estamos insertos.

—¿Qué mensaje les transmitís a tus hijas con lo que hacés?

—El valor del trabajo y el valor de participar si quiero cambiar algo, si quiero que algo funcione. Si yo no hago nada, no va a pasar nada. Si quiero cambiar algo, tengo que hacer, involucrarme. Desde siempre, a mi me lo mostraron con hechos, no me lo dijeron. Mis hijas saben que cuando me voy, voy a trabajar. Para mí es importante que mis hijas me vean trabajar y comprometerme con lo que creo que es justo.

—Muchas familias proyectan en sus hijos un futuro, aunque no todos asumen ese destino. ¿Cómo creés que se puede dar la continuidad de la empresa con tus próximas generaciones? ¿Se reflexiona sobre eso?

—La verdad es que todavía no lo pienso porque mis hijas son chicas. De todos modos, sean lo que sean, espero que les guste hacerlo. Yo estoy trabajando en la empresa porque decidí volver y porque me gusta; por eso también puedo ser madre, representar a la Unión Industrial de Entre Ríos a nivel nacional y estar en otros lugares que participo. Si no me gustara, no podría hacerlo. Por supuesto que sueño con que mis nietos estén en la empresa. Es fácil decirlo, pero me gustaría que si están sea sólo porque les gusta de verdad.